martes, 20 de diciembre de 2011

creepys


Me había ido a celebrar los quince años de una amiga, mientras que mi hermanase quedó a dormir en la casa de una de sus amigas. La fiesta fue de lo mejor, ¡nos divertimos como nunca! Hasta que llegó el momento que tomé en exceso alcohol y quedé mal de la cabeza. Pregunté a mi amiga que si podía retirarme en consecuencia de mi malestar y me lo permitió sin problema.
Al llegar a mi casa noté que no estaban mis padres, no me pareció raro. Seguro tuvieron una reunión importante o salieron a alguna parte, de todos modos, eso no me preocupaba mucho.
Después de un rato de estar viendo tele, algo que había mostrado ser relajante para mí en estas situaciones, escucho abrir la puerta; era mi madre y mi padre. Se miraban angustiados, mi madre me abraza de inmediato y me parece escucharlos hablar; parecía importante, pero no entendía nada. Caí inconsciente luego de poco, seguramente por mi “borrachera”.
Al amanecer estoy en mi cuarto, mi hermana me despertó diciéndome: “Despierta dormilona”, típico de ella. Le mandé al carajo y me fui a desayunar. Tenía la intención de ocupar el baño, pero mi madre se mehabía adelantado. Es raro, pero creo que le escuché sollozar.
Me preparé cereal y dispuse a ver tele, todavía me sentía mareada.
Durante los comerciales escuché un llanto profundo, que seguí quedando frente al cuarto de mi hermana. Al entrar, la vi tirada en el piso llorando y le pregunté qué le pasaba, preocupada. “Hermana, te quiero mucho” me dijo, y abrazó, “Recuerda que puedes contar conmigo para lo que sea” yo asentí y ella se echó a llorar de nuevo, me pidió que le diera un momento; al parecer no quería contarme que pasaba. Totalmente confundida fui por mi madre que ahora estaba en la cocina, sin más le pregunté que pasaba con mi hermana que estaba en su habitación llorando. Ella abrió totalmente sus ojos y me miró atónita “¿De qué diablos estás hablando?” Me responde, y entre lágrimas continúa “Hija, tu hermana fue asesinada cuando iba a la casa de su amiga, te lo dije ayer cuando estabas viendo la tele, ¿no recuerdas?”
Vincent era el menor de tres hermanos. Trabajador y atento, podría decirse que se había ganado el cielo. Su madre, Amelia, padecía de una fuerte depresión gatillada por la pérdida de su esposo y el ausentismo de sus otros dos hijos; pero trataba de rehacer su vida entre pastillas y la cuasi-agradable soledad de su casa.
Vincent pasaba 2 ó 3 veces por semana a visitar a su madre, pero cuando repentinamente la salud de ésta empeoró, las visitas se hicieron diarias. Galletitas con leche, panqueques, jugo de frutas o un pollo asado; todos los días el hijo trataba de hacerle la vida más agradable a aquella señora que le había dado a luz, preparándole cosas deliciosas y conversando al lado de la chimenea.
Para el día de su cumpleaños N° 65, Vincent quiso hacerle un regalo muy especial: un relicario con la foto de ambos en su interior. Amelia lo recibió con lágrimas de felicidad, fue quizás lo más lindo que le hayan dado en la vida. Lo miró durante bastante rato, sonriente, y le dejó sobre su cama.
El día siguiente, Vincent fue, como de costumbre, a visitar a su madre después del trabajo. Al llegar, notó un aire extraño; tranquilo, y su madre, estaba notablemente mejor, al parecer tanto física como psicológicamente.
—¡Se te ve bien hoy, mamá!
—Que bueno que lo notes, mi cielo, que bueno que lo notes —dijo Amelia entre sonrisas.
Vincent se aprestó a ir hacia la cocina para empezar a preparar algo, pero su madre lo paró en seco.
—Hijo, guarda tus energías y dedícate a descansar, has dado demasiado por mí…
—Es lo que debo hacer, mamá. Te amo, me nace y me corresponde.
Amelia sonrió y lentamente se dirigió hacia las escaleras, sin despegar la mirada de su hijo. Vincent, extrañado, la siguió.
—Encontré la solución, pequeño mío, para poder descansar y aprovechar al máximo los espacios de mi casa.
Vincent rió —Para eso hubieras contratado a un paisajista, madre.
—No seas ingenuo, hijo… ¿Me amas? ¿De verdad me amas? —la mirada de Amelia pasó de una sonrisa cálida a una mueca eufórica. Vincent se incomodó un tanto, pero no se distrajo mucho por eso.
—¡Sí te amo, mamá! ¡Y mucho! No me gustaría que te pasara algo, y por eso estoy aquí, para apoyarte y ayudar a mejorarte.
Amelia lentamente caminó hacia su hijo y lo abrazó con ternura.
—¿A qué te refieres con descansar, mamá…?
—En un minuto lo entenderás.
Dicho eso, Vincent vio atónito como su madre, a medida que continuaba su camino, se desvanecía lentamente a manera de vapor hasta no quedar rastro de ella. Inmediatamente se escuchó un extraño ruido desde el segundo piso. Subió corriendo y buscó habitación por habitación.
Triste fue ver la escena de una silla tirada, una viga rota, su madre muerta con la columna partida, una soga alrededor de su cuello y el relicario, con la foto de ambos, reposando sobre la cama.


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